Mi Trompito siempre fue un peludo bien portado, el perro ideal. No daba lata, comía tranquilo, hacía del baño en un mismo lugar en el patio, muy cariñoso, gran compañero. Sin embargo, siempre le tuvo miedo a los truenos, la pirotecnia, a los cuetes, que una noche maldita cobraron su existencia.
Sí, me duele muchísimo que por la irresponsabilidad de quienes usan cuetes mi perrito haya fallecido de una cuestión cardiaca. Aún alcanzamos a llegar con el médico, pero me dijo que ya no había nada que hacer y cuando regresamos a casa, entramos, miró todo, a todos como despidiéndose y se fue al cielo en mis brazos. Entonces, la luna brillaba mucho y había una estrella. Desde entonces, pienso que él está ahí.
De mi Trompo aprendí lo que son la ternura y la confianza. Agradezco a Dios que un día antes de que se fuera, lo llevé conmigo en el coche a muchos lados, paseamos, caminamos, jugamos, dormimos, todo lo hicimos juntos ese día. Fue un día especial, diferente a los demás, quizá como una despedida sin saberlo.
Agradezco a Dios el haberlo conocido y disfrutado más de diez años. te amo Trompito